Segunda Piel

Cuando conoces una persona, pueden pasar muchas cosas por tu mente, algunas de las que me pasaron fue principalmente el futuro, ah, me caigo gordo cuando sucede eso. Debería dejar que las cosas sucedan, sin más, pero cuando me sucede lo contrario no puedo dejar de pensar y de estimular la relación que pueda surgir.

Hoy quisiera que se convirtiera en una segunda piel. Que pueda sentir las sensaciones que la puedan recorrer sin necesidad de sentirlas físicamente en mi propia piel, pero somos tan diferentes y tan complementarios que me siento en una encrucijada sin ninguna posibilidad de triunfar, solo la sensación de que terminaría vencido sin mi corazón al que tanto amo, porque todo se lo entregaría sin reparos.

Hemos encontrado una forma especial de comunicarnos, sin la necesidad de las palabras, ya que ninguno de los dos somos grandes oradores capaces de tener una conversación de muchas horas, pero con la presencia y la comodidad del silencio ha sido suficiente. Al principio le tenía pánico al silencio, pero ahora he aprendido a saborearlo, o por lo menos a apreciarlo. A veces con una mirada, un gesto o una sonrisa se dice bastante.

El problema, colectivo e individual, es: ¿qué hacer con esta segunda piel?.

Mi primer instinto es tomar las riendas, «forzar situaciones», como diría la Maniguis (jajaja, che Joseph). Es una situación que sé o al menos tengo la sensación de que puedo perfectamente controlar. Pero sencillamente es desaconsejable.

Estoy tan sediento de respuestas, que parezco un niño que no decide que helado tomar, he pedido consejo al “Mago de los Ojos tristes” y éste respondió: «No intentes controlar nada, deja que las cosas sigan su curso y que la persona decida. No mandes, no invites, no obligues a nada».

Es difícil.

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