Lealtad...

Desde que nacemos, sentimos conciente o inconcientemente, lealtad hacia alguien. En los primeros años, esta se verá volcada en nuestros padres y hermanos, hacia ellos sentiremos que debemos ser leales, contarles nuestros secretos y compartir todo aquello que nos pasa.

Es la lealtad de los primeros años, aquella que no se elige, sino que nace naturalmente.

Cuando comenzamos a dejar el seno familiar, el valor de la lealtad tendrá otro sentido, nos veremos afectados por otros estímulos sociales, aparece el primer amor, los amigos, la empresa a la que pertenezco, y por cierto, ya no somos tan incondicionales con la familia como lo éramos en la infancia.

La lealtad mirada como sentido de pertenencia y defensa de algo, comienza a buscar un espacio dentro de nuestra escala de valores.

Algunos definen lealtad como “el cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor”. Asimismo, es concebida como “el amor o gratitud que muestra una persona a otra”.Lo cierto, es que lealtad es hacer aquello con lo que uno se ha comprometido aún en circunstancias cambiantes. La lealtad es un corresponder, una obligación que se tiene con los demás. Es un compromiso a defender lo que creemos y en quien creemos.

Por ello, es imposible encontrar una sola interpretación de lealtad, ya que su aplicación y significado dependerá de quién la practique, en que ámbito y los objetivos que ella busque.

La lealtad se mira y se comprende, al igual que todas las cosas, desde la posición de donde se mire.

La lealtad es compromiso también con tu entorno.Una virtud que a veces, dependiendo de las circunstancias, la aplicamos o no.

“todas las personas deberían esforzarse por seguir lo que es correcto y no lo que está establecido”

(Aristóteles)