Lo supe y nunca lo olvidé. Pero un día la tempestad se lo llevó muy lejos, tan lejos que perdí su pista, me desorienté y no encontraba el norte.
Vagué por los senderos del destino, no volé porque lo había olvidado. Por olvidar, casi olvidé a mi pajarillo cantador.
Y un día apareció tan repentinamente como se fugó y trajo consigo la tristeza y la soledad que jamás haya visto. Fue un torbellino. Estaba herido, no podía volar, alguien le rompió las alas. Y juntos aprendimos a volar de nuevo, y volar y volar.
Desde arriba todo se ve más pequeño, más insignificante. Volar es soñar despierto.
Pero un día llegó la tormenta (o fue la llovizna la que nos fue separando poco a poco?) y se fue, llevándose mi norte con el.
Y ahora, de vez en cuando, lo veo volando por los tejados, lo veo a lo lejos y el me mira como queriendo decir: no me olvides.
Y no te olvidaré, Pajarillo de alas fuertes y luminosas. Sólo te puedo decir una cosa: vuela arriba, vuela alto y hasta siempre.

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