Hoy estoy especialmente caprichoso. Caprichoso de todo aquello que no tengo, o tuve, o quise tener. Estoy especialmente curioso, y fantasioso, y dispuesto a la aventura, dispuesto al descubrimiento de los olores, de las sensaciones, de los sabores, del tacto…
Me muero por días de ocio, por la sensación del despertar natural con el roce de las sábanas con mi espalda desnuda, por leer sentado bajo una árbol en el parque, por no secarme el pelo cuando me salgo de bañar, por los mil libros que quiero leer y releer, por los paseos en el ocaso, por ser el amante de alguien con besos dulces, por amanecer en la playa, por las estrellas, por jugar a las escondidillas y reírme sin parar, por escuchar, cantar y bailar las canciones de la Guzmán, por probar todas las comidas del mundo, por la arena blanca de una playa, por las conchas que recojo en la orilla, por la sencillez, por la elegancia, por el tacto de una piel desnuda, por caminar por un bosque y disfrutar de cada paso.
Me muero por el aire que toma forma cuando sale de los labios de quien sabe modelarlo, por contar los lunares en una espalda que está por explorar con las yemas de mis dedos, por la eternidad hecha segundos y un segundo eterno.
Sí, definitivamente, hoy estoy caprichoso…
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