miércoles, junio 29, 2005

La quinta Montaña


Yo soy de las personas que nunca leen un libro de corridito, no puedo leer sin parar por horas, no puedo entender todo a la primera, siempre que leo, leo un par de páginas y me pierdo en un universo de imágenes, mi mente vuela a los mismos escenarios y vivo cada una de las palabras que estoy leyendo. Es por eso que me toma mucho tiempo terminar un libro de leer. Ayer, seguí con el libro de "La quinta Montaña" y me sorprendí de un párrafo que en ese momento entro en mi mentecita de Genio sin dones ni virtudes, taladrando mis pensamientos y dándome a entender y comprender las situaciones por las que estoy pasando.

Comprendí, que no debo dejar de luchar, pensar que todo es normal y que siempre debe de pasar, aceptar y conformarme con lo que esta pasando. Lleno mi conciencia de una fuerza para levantarme y no dejarme vencer por las situaciones. Ah, Fue una buena experiencia. (Coincidencia o Diosidencia?) Es por eso que reproduzco una parte de la lectura del día de ayer.

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Durante aquella noche, un hombre entró en la tienda de Jacob y luchó con él hasta el amanecer.

Viendo que no podía vencerlo, le dijo: «Déjame ir»
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Respondió Jacob: «No te dejaré ir si no me bendices».

Entonces el hombre le dijo: «Como príncipe, luchaste contra Dios, ¿cómo te llamas?»

Jacob dijo su nombre, y el hombre respondió: «De ahora en adelante, te llamarás Israel».



ELÍAS SE LEVANTÓ de un salto y miró el firmamento. ¡Era ésta la historia que faltaba!

Mucho tiempo atrás, el patriarca Jacob había acampado durante la noche. Alguien entró en su tienda y luchó con él hasta el nacimiento del sol. Jacob aceptó el combate aun sabiendo que su adversario era el Señor. A amanecer, aún no había sido vencido; y sólo detuvo el combate cuando Dios aceptó bendecirlo.

Esa historia había sido transmitida de generación en generación para que nadie jamás olvidara que a veces era necesario luchar contra Dios.

Todo ser humano, en algún momento, veía una tragedia cruzar por su vida; podía ser la destrucción de una ciudad, la muerte de un hijo, una acusación sin pruebas, una enfermedad que los dejaba inválidos para siempre. En ese momento, Dios lo desafiaba a enfrentarlo y a responder a Su pregunta:

«¿Por qué te aferras tanto a una existencia tan corta y tan llena de sufrimiento?

¿Cuál es el sentido de tu lucha?»


Entonces, el hombre que no sabía responder a esta pregunta se conformaba. Mientras que el otro, que buscaba un sentido para la existencia, consideraba que Dios había sido injusto y decidía desafiar su propio destino. Era en este momento que otro fuego de los cielos descendía: no aquel que mata, sino el que destruye las antiguas murallas y da a cada ser humano sus verdaderas posibilidades. Los cobardes nunca dejan que su corazón sea incendiado por ese fuego; todo lo que desean es que la nueva situación vuelva rápidamente a ser lo que era antes, para poder continuar viviendo y pensando de la manera a la que estaban habituados. Los valientes, en cambio, prenden fuego a lo que era viejo y, aunque a costa de un gran sufrimiento interior, abandonan todo y siguen adelante.

« Los valientes siempre son obstinados.»

Desde el cielo, el Señor sonríe de contento, porque era esto lo que Él quería, que cada uno tuviese en sus manos la responsabilidad de su propia vida. Al fin y al cabo, había dado a sus hijos el mayor de todos los dones: la capacidad de escoger y decidir sus actos.

Sólo los hombres y mujeres con la sagrada llama en el corazón tenían el valor de enfrentarlo. Y sólo éstos conocían el camino de vuelta hasta Su amor, pues entendían finalmente que la tragedia no era un castigo, sino un desafío.




Posted by Hello

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